Los hallazgos arqueológicos de piezas de gran valor histórico, como el que tuvo lugar hace pocos días en la Campiña Sur de Córdoba, donde un agricultor encontró una leona íbera de hace 2.500 años, son siempre mediáticos y suelen marcar un antes y un después en el lugar del descubrimiento. Sin embargo, son a veces los hallazgos más sutiles los que actúan como elementos esclarecedores. Este es el caso del fragmento cerámico quizá más importante encontrado en el Campo de Tejada. Concretamente, tuvo lugar en el Yacimiento Arqueológico de Peñaloza (Escacena del Campo). El hallazgo arqueológico que nos ayudó a comprender cómo Tejada la Vieja llegó a convertirse no solo una de las más destacadas ciudades tartésicas, sino una pieza esencial en la compleja red comercial mediterránea de finales del II milenio ANE.
Hasta la actualidad, son escasos los datos que tenemos sobre el inicio del poblamiento en Tejada la Vieja. Sin embargo, se ha podido documentar la existencia de pavimentos de arcilla roja que indican la presencia de estructuras constructivas estables casi desde el principio. En consecuencia, es lógico pensar en la existencia de un urbanismo más o menos desarrollado y estable a lo largo de los 5 siglos de vida de la ciudad, según indican Carmen García y Pilar Rufete en La Ciudad de Tejada la Vieja. Probablemente Tejada la Vieja actuó en su origen como un núcleo aglutinador de pequeños poblados que dominaban la antigua campiña, algo que se constató con la excavación en el afamado Cortijo de Peñaloza (o Peñalosa).

El hallazgo de Peñaloza
El hallazgo de un pastor, que descubrió cerámicas antiguas en Peñaloza, motivó al equipo arqueológico de la Diputación de Huelva, que entonces excavaba en Tejada la Vieja, a indagar en este paraje. Es interesante recalcar que Peñaloza se encuentra a escasos kilómetros de la ciudad tartésica de Tejada la Vieja. Siguiendo la pista de los orígenes de Tejada la Vieja, encontraron un pequeño poblado con condiciones geográficas inmejorables desde el punto de vista agrícola, sobre todo cerealista, lo que sin duda influyó en la elección del mismo para dicho asentamiento. El urbanismo encontrado en Peñaloza reveló la existencia de cabañas de planta ovalada o circular sin un ordenamiento o planificación previa. Tampoco encontraron indicios de amurallamiento ni sistemas defensivos en el poblado.
El equipo de Fernández Jurado descubrió un poblado indígena del Bronce Final. Logró estudiar el ajuar cerámico de sus pobladores, realizado básicamente a mano, de aspecto tosco. También estudió cerámicas realizadas con la denominada técnica bruñida característica de la cultura tartésica, en sus formas habituales de cazuelas, copas, bicónicos, soportes, decoraciones bruñidas e incluso algunas piezas pintadas conocidas como tipo Carambolo, representativas del Bronce Final. Por todo ello, este yacimiento pasó a convertirse en referencia respecto al modelo de vida previo a la llegada de los fenicios al Sudoeste ibérico. Sin embargo, esto no fue lo más relevante que aportó Peñaloza al estudio de la historia arqueológica del Campo de Tejada ¿Quieres saber qué sorpresa deparó este pequeño poblado indígena? ¡Sigue leyendo!
PEÑALOZA
- Bronce Final Pre-fenicio
- Entre los siglos IX-VIII ANE
- Sin urbanismo, cañañas circulares
- Sin estructuras defensivas
- Economía agropecuaria
- Indígena
TEJADA LA VIEJA
- Edad del Hierro Orientalizante
- Entre los siglos VIII-IV ANE
- Urbanismo complejo y ordenado
- Muralla completa
- Economía metalúrgica
- Tartésico
Peñaloza y el comercio metalúrgico
Aparte de las actividades primarias de manutención, en Peñaloza se puede valorar la presencia de elementos relacionados con la actividad metalúrgica. Esto no solo reafirmó que la población indígena del Bronce Final ya conocía la actividad metalúrgica de la plata, sino que abrió la puerta a la posible existencia de rutas comerciales de corto o mediano alcance.
En los fondos de cabaña se encontraron restos de escoria de plata, así como utensilios identificados como fragmentos de coladores y restos de plomo metálico. Es así pues inseparable la actividad minera de Peñaloza. Pero… ¿Qué relación tiene el hallazgo arqueológico de cerámica encontrada en este yacimiento con su importancia histórica?
Una vez el equipo arqueológico se percató de la presencia de escoria de fundición de plata, y por lo tanto se confirmara el rastro de copelación en este poblado pre-orientalizante, saltó a la palestra la idea de una población autóctona que, inspirados por los conocimientos del tratamiento del cobre y bronce, pudieran trabajar a gran escala la copelación de plata y que esto fuera anterior a la llegada de los fenicios al sudoeste de la Península. Se abría pues una vez más el eterno debate: ¿Cómo de compleja era la población autóctona que habitaba el Sudoeste peninsular antes de la llegada de los fenicios? ¿Hasta qué punto el periodo orientalizante y el contacto con los comerciantes del Próximo Oriente fue decisivo para que los pobladores del Bronce Final desarrollaran una cultura compleja? ¿Estos tenían conocimientos tan avanzados como los fenicios?
La cerámica de Peñaloza
En esta ocasión, el hallazgo arqueológico de un fragmento de cerámica a torno descartó cualquier tipo de debate en relación a la productividad minera de Peñaloza, pues esto indicó el contacto de sus habitantes con algún grupo fenicio que aportara dichas técnicas.
En Peñaloza se encontró fundamentalmente cerámica de formas bruñidas (copas, cazuelas, vasos bicónicos, etc) con rasgos arcaizantes asimilables al periodo tartésico del Bronce Final prefenicio. Tanto la cerámica bruñida como la cerámica a mano encontradas en en este yacimiento, de factura especialmente tosca, corresponden con la tradición indígena.


Sin embargo, tan solo se localizó un fragmento a torno correspondiente a un cuenco de engobe rojo, que cronológicamente se debería situar a mediados del siglo VIII ANE, periodo correspondiente con la fundación de Tejada la Vieja. Por lo tanto, su presencia esporádica, junto con las escorias mencionadas, nos sitúan ya en un periodo en el que se documentan de forma material los primeros intercambios con los navegantes mediterráneos.
En definitiva, este fragmento del cuenco fenicio permitió afirmar que el primer acercamiento entre fenicios y tartesios no solo se inicia en las zonas costeras de Cádiz, Huelva o la desembocadura del Guadalquivir, sino que prácticamente al mismo tiempo se estableció la comunicación interior, aunque luego se incrementase la realidad orientalizante a lo largo del Valle del Guadalquivir. Un fragmento de cerámica, sin duda, que puso en el mapa comercial del Periodo Orientalizante a Tejada la Vieja y el Campo de Tejada